Adáptate
o muere. Ésa parece ser la consigna del hombre en los últimos tiempos: el tener
que aceptar los diferentes cambios que se desarrollan en su entorno de manera
forzada o natural y encontrar la manera de convivir con éstos, o
invariablemente convertirse en una pieza desechable del gran engranaje de la
vida. Ahora bien, adaptarse a los cambios es algo que puede ser hecho por más
personas de las que creemos; es algo sencillo en algunos sectores, incluso. La verdadera dificultad radica en
balancearse sobre la afilada navaja de la identidad y no perder esos elementos
característicos que hacen a esa persona ser ella misma; entra a la escena el Permanent Vacation, el regreso glorioso
de Aerosmith a la gran palestra
musical y que nunca debieron abandonar para hacernos entender la naturaleza de
la adaptación.
El
álbum de 1987 es un trabajo muy renombrado, discutido y querido entre los
aficionados de la banda de Boston. Renombrado porque vendió una alta cantidad
de copias, posicionándolos entre los grandes del momento después de casi una
década en la obscuridad, cosa que no le sienta nada bien a unos músicos tan
buenos (y facheros, hay que decirlos) como éstos; discutido porque para muchos
seguidores de la banda significó el comienzo del fin y el punto exacto donde se
encomendaron al “showbiz” para salvar sus carreras; y querido porque, simple y
llanamente, es condenadamente bueno. Permanent Vacation es todas esas cosas y
muchas más; es un punto de quiebre en la trayectoria de la agrupación y Aerosmith no volvería a sonar como en
los 70s nunca más tras la realización de esta obra. Guste o no, es la
bisagra que divide el catálogo del grupo y simboliza un antes y un después en
la manera de componer; si no me creen, el propio Tom Hamilton, bajista de la
banda, admite en la biografía oficial del grupo que “tuvimos que examinar todo
nuestro proceso de componer y reestructurarlo”. No hay nada particularmente
malo con esa frase –experimentar y cambiar es parte de la vida del artista-,
pero es el cómo lo que incomodó a muchos seguidores e incluso provocó la
iracundia de los más irredentos. Pero todo tiene su motivo y vamos a
analizarlo.
Regresamos
a 1985 y el álbum de reunión con el gran Joe Perry y Brad Whitford, Done With Mirrors, fue el primer esfuerzo
de la banda para reconquistar el imperio perdido y, aunque a un servidor le
parece bastante bueno, no se tradujo en las mejores opiniones y tampoco fue un
éxito de ventas. Aunado a eso, todo el
grupo estaba inmerso en una vorágine descendente de adicciones de la que parecían
no hallar salida y habían quedado en un segundo plano por agrupaciones que
habían crecido escuchándolos y tomando cosas de ellos como Quiet Riot, Ratt, Stryper, Mötley Crüe y un infinito etcétera de spandex y melenas cardadas.
En un juego de Hard Rock sensual,
sucio y fachero, Aerosmith estaba
relegado por la nueva generación. Cómo habían caído los poderosos.
Y
fue en esa marea de problemas económicos, de adicciones y poco éxito musical
que, en 1986, el grupo de Rap, Run-D.M.C., le pidieron a Perry y a
Steven Tyler que participaran en su versión de Walk This Way para su álbum Raising
Hell. El video teniendo a Run-D.M.C. rapeando la canción mientras que en
otra habitación Perry y Tyler hacían lo suyo respectivamente fue un hit de
altas proporciones; era el tipo de triunfo que los “Toxic Twins” necesitaban
para recordar el sabor de la champagne y, más importante aún, lo bien que esto
se sentía. Vamos a ser claros con algo: Aerosmith es una banda adicta al éxito
comercial y siempre lo han sido. Les encanta vender millones, tocar en grandes
arenas y si pueden hacer tremendos álbumes en el proceso, lo harán. Sin esa
necesidad de grandeza, sin ese deseo imperante de estar en las portadas de las
revistas y que todo el mundo se conozca sus canciones (así sean baladas que
provoquen diabetes), esta banda se hubiera muerto tras su debut homónimo, que
pocas ventas tuvo. Permanent Vacation los
muestra recuperando ese deseo de gloria y hacer lo que sea para triunfar, así
sea recurrir a las infames “artes oscuras” del mundo de la música.
Para
la realización de este álbum, en el que contaban con el apoyo un poco
restringido de Geffen Records, los cinco miembros entraron en un régimen duro
de rehabilitación para empujar todos esos vicios que los estaban consumiendo y
decidieron aplicar una metodología de trabajo un tanto diferente, como
apuntamos antes: compositores externos. Y no sólo cualquier grupo de
compositores externos, sino algunos responsables de los hits más icónicos de
los 80s: Desmond Child, Jim Vallance y Holly Knight. Agregamos a esa ecuación
al productor Bruce Fairbairn, quien trabajaría con ellos en los dos próximos
álbumes (y qué álbumes, Pump y Get A Grip), siendo uno de los
principales baluartes de la resurrección de los de Boston. Un personal
totalmente enfocado en que Aerosmith sonara
lo más pulido, accesible y preciso posible. Que sus melodías de Rock fiestero y alegre se quedaran en la
cabeza del oyente con solo una escucha descuidada. Tampoco era una misión complicada puesto que Tyler y Perry, las
principales mentes de esta operación de reconquista, estaban enfrascados en
sonar así y su música siempre tuvo ese ápice accesible y disfrutable que tienen
todas las grandes bandas y artistas. Si hablamos de bandas de Rock estadounidense, solo KISS se le acerca a los Aerosmith de los 70s en términos de
popularidad.
Combinamos
ese contexto, esos agentes externos y la disposición de la banda por dar un
golpe en la mesa y tenemos Permanent
Vacation, un trabajo y detallado esfuerzo musical por atrapar el mercado
musical. Que nadie se confunda: el álbum del ’87 es deliberadamente adictivo y
cada canción, cada nota y cada letra está trabajada para funcionar. Una sola escucha, tras haber degustado el
catálogo previo del grupo, nos hará saber que distamos mucho de los tiempos
crudos e incluso orgánicos de Get Your
Wings o Rocks, por mencionar dos
ejemplos, teniendo en cambio un álbum muy ochentero, pero que aún tiene ese
sello que ha hecho a esta banda tan grande. Hasta la portada, contrastando
el rojo del diseño con el amarillo del logo, nos dice que algo diferente va a
pasar aquí. Siguen siendo Aerosmith,
pero en su versión de los 80s y ultra pulidos para asegurarse de que todos los
capten. Por si hay dudas, por supuesto. ¿Y quién puede criticarles si suena
tremendo y les dieron cinco millones de ventas? ¡Todos ganan!
Ya
sabemos que esto ha cambiado y que Aerosmith
no vienen a conformarse con un álbum de medio pelo cuando Heart’s Done Time ataca con ese redoble de batería estridente de
Joey Kramer, demostrando que recibió el tratamiento sonoro de casi todas las
baterías de los 80s, y que Tyler chilla como no se le escuchaba en un buen
rato. Debe ser uno de los inicios que más se me ha grabado en la cabeza. La canción como tal es maravillosa: la producción
es clara como un cristal pulido, cada riff de guitarra y cada golpeteo de
batería se escucha con precisión, las vocales de Tyler suenan de órdago y todo
eso está bien empaquetado en una composición que hace lo que un buen opener debe hacer: despertarnos,
adentrarnos al mundo del álbum y engancharnos. Perry y Whitford suenan más
estridentes que nunca y eso será una constante en una obra llena de sorpresas.
Como su título, la canción irradia vacaciones, playa y verano: es un tema muy
en la línea del nuevo Aerosmith.
Continuamos
con tal vez mi canción favorita de la banda y la que me terminó de convencer con
el álbum tras Heart’s Done Time, Magic Touch. Un ejercicio magistral de
lo que es el Hard Rock de los 80s,
como si los de Boston les dijeran a la vastedad de grupos Glam que el que tuvo retuvo y que sabe de qué se trata esto. Kramer
está como una ametralladora en la canción, las dos guitarras son magistrales
con una energía inusitada en años y Tyler suena como un hombre renacido, que
cree en cada línea que canta. Esta
canción suena como el álbum y la banda en este punto de sus carreras:
refrescante, llena de energía y rebosante de vida. Es una composición que
va a por todas y sirve para demostrar a más de uno que estos muchachos saben de
algo más que baladas. Simplemente genial.
El
álbum produjo varios hits y videos musicales que ahora son sagrados de los 80s,
uno de éstos siendo la juguetona Rag Doll.
Debe ser mi debilidad por la voz de Tyler, pero esta canción siempre me ha
gustado y con otro vocalista probablemente no hubiera sido el caso: las
secciones viento, el ritmo tan alegre y la batería atronadora y rítmica hacen
un contrapeso notable a un Tyler soberano que se carga el peso de la pieza y se
nota que realmente estaba disfrutando con esas improvisaciones que hace al
final. Simoriah es otro tema poco
conocido de su catálogo y es un tema veloz para los estándares del grupo, con
unos punteos muy buenos y un Kramer cuyo trabajo en general es sobresaliente en
Permanent Vacation. Tyler en su
línea: robándose el show. Pero me quedo
con los instrumentistas que realmente hacen que la canción gane enteros y sea
muy disfrutable, en especial Perry haciendo de las suyas en el solo.
Ciertamente ya no estamos escuchando la crudeza y el tono añejo de Nobody’s Fault, Back in the Saddle o Toys in
the Attic, pero tienen el gancho y tienen la calidad.
Dude (Looks Like A Lady) es
otro single y sigue la línea expuesta por Rag
Doll, con su estilo fiestero, sus secciones de viento y en general aires
alegres. Una diatriba de Tyler muy a su estilo contra Vince Neil de Mötley Crüe, quien se peleaba con todo
el mundo por esa época, esta canción nunca fue una de mis favoritas; puedo
escucharla y tal vez tararearla un poco, pero hasta ahí. No soy muy fan de
ésta, siendo sincero. Para recuperar algo de su pasado, para demostrar que aún
tienen eso del Blues de sus
comienzos, St. John parece entrelazar
sus primeros temas con la producción ultra-pulcra de este álbum, haciendo un
hibrido que a un servidor le encanta. Como pueden imaginar, Perry y Whitford
son protagonistas aquí y suenan pletóricos, muy energéticos y con ganas de
comerse al mundo, como no se les escuchaba desde Rocks, si me preguntan.
Las
adicciones dejan secuelas y malos recuerdos; cicatrices con las que uno debe marchar
por esta tierra y los de Aerosmith,
habiéndose gastado la fortuna de un país pequeño en drogas y demás, conocen
esta moraleja bastante bien. Hangman Jury
es una letra de precaución acerca de sus adicciones y se sumergen aún más
en las aguas Blues de la canción
previa, con un Tyler experimentando con su voz y gozando con su dichosa
harmónica. Girl Keeps Coming Apart se
puede describir en una sola palabra: pegajosa. Es increíblemente adictiva y pegajosa, que no se necesita mucho
esfuerzo para que se quede en tu cabeza y las secciones de viento –tal vez la
única banda de Hard Rock que han
usado estos instrumentos tan seguido- me parecen bastante buenas, aunque mis
inclinaciones musicales no estén tan volcadas por ese lado.
Y
llegamos a la pieza de la discordia; la canción cuyo éxito muchos han
calificado como el comienzo del fin de Aerosmith
como una banda de buen Hard Rock.
Angel es la declaración absoluta de
que el grupo estaba en una búsqueda perenne por el éxito, vender millones y ser
aclamados de nuevo como un nombre de clase mundial. Una balada romántica altamente comercial, con Child aportando en la
composición, un video musical extremadamente cursi y que está descaradamente
diseñado para vender, como si les importara un demonio que los atacaran por eso.
¿Y quieren saber cuál es la peor parte? ¡Que es muy buena! Y lo digo sin que me
tiemble el pulso porque dejando de lado todas las discusiones acerca de
integridad artística, lo primordial para un buen músico es hacer una canción
que atrape y esta balada azucarada lo es, nos guste o no. O tal vez me he
suavizado con el tiempo; de Celtic Frost
y Dissection no puede vivir el
hombre. Aun así, comprendo la rabia y
descontento con esta canción: aunque Angel
me parece una gran composición, marcó la fórmula de sus baladas por el
resto de sus carreras y cada una parecía perder un poco de esa magia que las
hacía tan geniales para empezar. En ese sentido, puedo entenderlo. Ahora,
estando ustedes en la posición de estos cinco caballeros, acostumbrados a un
cierto estatus y logros, ¿no hubieran hecho lo mismo? Tal vez no porque no
todos somos iguales. Pero me inclino a que la mayoría hubiera hecho lo mismo.
El
tema título parece, como muchos momentos del álbum, beber del mismo pozo que
todas las bandas del Sunset Strip y emana ese aura descarado que se puede
escuchar en un Bon Jovi o en un Cinderella de los comienzos. Me parece
un corte solvente, pero poco más; rara vez lo escucho cuando me siento a
degustar este álbum y opino que tal vez haberlo hecho un poco más directo como Heart’s Done Time o Magic Touch hubiera sido más beneficioso. De todas formas, Perry
hace buenos punteos de guitarra y eso siempre es motivo de alegría. Como si quisieran mostrar una vez más su
versatilidad, meten en el álbum un cover de The
Beatles de la canción I’m Down,
con la banda en estado gracia y un Tyler que suena, como siempre en Permanent Vacation, imperial con esos
chillidos al final que son simplemente demoledores. Breve, pero efectivo el
cover. Y para terminar, una instrumental de carácter sombrío y serio (al menos
para una banda tan alegre como Aerosmith)
llamada The Movie donde al pobre
Hamilton por fin le dan su momento para sobresalir y se desarrolla en una pieza
disfrutable, sin mencionar curiosa en el catálogo de la banda.
Y
como hemos mencionado en varios pasajes de la crítica, Permanent Vacation volvió a encumbrar a Aerosmith, vendieron millones de copia y pudieron conquistar a una
nueva generación de fans, reinventándose en el proceso. Tal vez el grupo de los
70s que mejor supo adaptarse a los tiempos que se fraguaban en esa década.
Geffen Records lo sabía y decidieron exprimir a su nueva gallina de los huevos
dorados llevándola de gira con un grupo de telonero que estaba promoviendo su
nuevo álbum: unos tales Guns ‘n’ Roses.
Los resultados por supuesto fueron hilarantes con Axel y compañía teniendo que
controlar y disimular sus adicciones porque Tyler, Perry y los demás les
dijeron que no querían ver ninguna de esas cosas. De todas maneras, eso no podía evitar la curva ascendente de los de
Boston por ese entonces y eso se tradujo en otro álbum monumental como Pump y abrir la siguiente década con
otro bombazo como Get A Grip,
haciendo que Aerosmith descansaran en
el panteón de los grandes del Rock para
toda la eternidad. Claro, luego el rey comenzó a sangrar y a demostrar que
era humano, produciendo álbumes y singles no tan buenos (que seguían vendiendo,
eso sí) como muestra de que las ambiciones tal vez se estaban perdiendo. Nunca
sabremos si hubiera sido lo mismo si nunca hubieran aceptado cambiar para el
álbum del ’87, pero todos sabemos que las cosas no volvieron a ser las mismas
después de éste.
Al
final del día, Permanent Vacation es
un álbum de Hard Rock fenomenal,
lleno de vitalidad y que exclama a gritos que ésta es una banda que se puso las
pilas una vez más. Uno de los mejores trabajos de retornos de la historia, sin
apelantes. El álbum que demostró que Aerosmith aún tenían el “toque mágico”.