Los
EPs siempre han cumplido una función bastante clara en el mundo de la música:
dejar a la audiencia queriendo más. En los 80s, tal vez la época en donde el
balance perfecto entre calidad musical y accesibilidad en el mercado existió,
la función de estas mini publicaciones era servir como un entremés mientras
nuestros artistas favoritos elaboraban sus nuevas obras para deleitarnos.
Normalmente, éstos EPs contenían uno que otro tema nuevo y un par de versiones
en vivo o alguna rareza compositiva que se hubieran dejado en el tintero
durante el proceso de grabación de sus álbumes previos. De vez en cuando, algunas agrupaciones de Metal –que es lo que hablamos en este Blog, al fin y al cabo-
publicaban una suerte de mini Live en
estos formatos y eran unas rarezas encantadoras que podían mantener a
cualquiera deseoso de saber más al respecto. La banda estadounidense de Thrash Metal, Forbidden, se sacaron de la manga este breve pero avasallador EP de
su actuación en el ahora extinto festival Dynamo de Holanda en el ’89 donde
conquistaron como cual emperador romano metalero a cientos de europeos. Una
joya olvidada del Metal extremo de
los 80s cuyo defecto genuino es que extremadamente corto.
Aunque
nunca consiguieron colarse en la elite del Thrash,
los de Forbidden estaban en un
momento de forma pletórico durante la grabación de este pequeño directo –es una
captura de una banda en su apogeo. Forbidden Evil fue, para un servidor,
uno de los mejores debuts que se podían escuchar del sub-género Thrash por esa época y la calidad de la
agrupación de Russ Anderson y Craig Locicero era incuestionable entre la
infinidad de grupos under que
trataban de hacerse con un resquicio en la comunidad metalera. Con un debut
seminal y rebosante de agresividad, vocales estratosféricas –el trabajo de Russ
Anderson raya en lo world class en
este debut, a mis oídos- y una técnica depurada, los de California partieron a
Eindhoven para hacerse con un lugar en un festival notorio como el Dynamo donde
grupos de una calidad igual de notoria (y con destinos tristemente similares
como el de nuestros protagonistas) como Armored
Saint, Savatage, Holy Moses o Sacred Reich también se presentaron. La competición era feroz en las catacumbas del Metal y había que entretener al personal mientras se componía el
siguiente trabajo –que acabaría siendo el notable Twisted Into Form-, así que estos muchachones se sacaron de la
manga este Raw Evil: Live at the Dynamo:
cuatro canciones que sirvieron para atrapar y ensordecer a cualquier que estuviera
dispuesto a escucharlo. Y créanme, mis amigos: ustedes quieren escucharlo.
Su
título no pudo haber sido más preciso: maldad
cruda. La maldad está sobreentendida una vez que se escucha la música, pero
la crudeza radica en que ésta es una grabación bastante natural de una banda en
pleno auge de su concierto y envueltos con la agresividad que emana el Thrash Metal. He escuchado a personas
decir que no es la actuación más “prolija” de la banda en esta gira. ¿A quién
le importa? El Metal nació para ser tocado con pasión y cojones; Forbidden en el ’89 tenían de sobra por
esas fechas. Sí, la versión de Judas
Priest es la última canción del concierto y la ponen de primera; sí,
Alvelais y Locicero fallan aquí y allá en la guitarra; sí, Bostaph no siempre
se oye con completa claridad y el sonido del EP es extremadamente crudo. Y yo
reitero: ¿A quién le importa?
Raw Evil es
un episodio singular y necesario en el Thrash
Metal: los putos Forbidden en
directo cuando más mandaban en el underground
y promoviendo su inolvidable debut. Éstas son las cosas y los momentos por
los que amo este maldito género musical. Siéntate, amigo, y escucha conmigo
estos cuatros actos de catedra acerca de cómo se toca, desde el corazón y las
entrañas, el Thrash Metal visceral y
poderoso. Se nos vienen los Forbidden en
Eindhoven, nene.
Como
dije con anterioridad, el EP comienza con la versión de Judas Priest, Victim of
Changes. Aunque al comparar una de las dos partes siempre queda lastimada u
ofendida, he de decir que esta interpretación de los norteamericanos le hace justicia
a la original y los instrumentistas le agregan un toque un poco más pesado que
la producción más (lógicamente) setentera del Sad Wings of Destiny. Russ
Anderson es uno de los mejores vocalistas del Thrash y escucharlo tocar esta bestialidad de canción, desafiando
los registros anormales de Rob Halford, son una prueba fidedigna de su
portentosa voz. Una versión que gustará al fan de Priest al igual que al de Forbidden
que le interese escucharlos en una faceta más “light”, por así decirlo. El
final es apoteósico y se despachan un vendaval de guitarras fenomenal,
incluyendo unos chillidos de Anderson que atraparán a cualquiera como ése
sostenido que finiquita toda la cuestión. Excelentes. Pero nadie va a un
concierto por los covers, ¿verdad?
Queremos la sangre, la violencia y la intensidad del magno Forbidden Evil –lo exigimos, mejor dicho.
El
tema título de su ópera prima prorrumpe como la irrupción de un volcán y las
estupendas secciones de guitarra de Alvelais y Locicero –dupla de guitarristas
infravalorados donde las haya- cargan el peso de una canción que cobra vida
propia llevada al escenario. Anderson hace gala de su registro agresivo y
robusto, mientras lo hilvana con ciertos pasajes de estridencia en el ya
clásico estribillo. Un corte perenne, magistral
y que deja entrever todas las idiosincrasias musicales de Forbidden en una caótica y destructiva, pero brillante, actuación
en directo. Escuchen cómo el bastardo de Bostaph rompe su kit de batería
con una energía cuasi inagotable –su rol en esta banda le acabó de valer como
reemplazo de Dave Lombardo en Slayer (dos
veces).
La
siguiente la considero un clásico un tanto olvidado de este estilo llamada Chalice of Blood. Luego de ese estupendo
alarido de Anderson –demostrando por qué es una de esas voces talentosas del
género-, los instrumentistas van por la yugular y te atacan con una tormenta de
Metal del más alto nivel. El estribillo
es muy en la línea de lo que se hacía por esas fechas y el aporte de los dos
guitarristas es, como siempre, fenomenal. ¿Qué
más decir del corte, además de que es una de esas joyas imperecederas que debe
ser escuchada por cualquier aficionado de este estilo de música? Y si
piensan que eso estaba estupendo, lo que viene a continuación es una forma
memorable para terminar este breve, pero brutal, concierto. Through
Eyes of Glass es el corte favorito de un servidor de esta banda y encarna
todo lo bueno de Forbidden en seis
minutos y medio de una intensidad imperial: las vocales de talla mundial de
Anderson, el binomio guitarrero de Locicero y Alvelais desplegando riff tras
riff de una calidad incuestionable, el poderoso bajo de Matt Camacho –una figura
en las sombras de Forbidden que
solidifica todo lo que hacen- y un Paul Bostaph soberano en la batería. La
canción es un deleite pesado a la par de técnico; melódico al igual que
avasallador. Un balance que no ostentaban todos los grupos de la época y que,
irónicamente, tal vez le costó a estos muchachos darse a conocer a una mayor
audiencia –simplemente tenían un poco de todo.
Ahí
lo tienen: casi media hora del mejor Thrash
Metal técnico que van a poder conseguir en una actuación para el recuerdo.
Lastimosamente, no hay ninguna grabación de todo el concierto, pero eso hubiera
aún más épico –algo así como el hecho de que Maiden jamás hizo un directo del magno Somewhere In Tour. De todas maneras, aquí tenemos este breve y
fabuloso testimonio de una de esas grandes bandas que probablemente pudieron
haber dado más, pero que la época en la que surgieron –finales de los 80s- ya
era demasiado tarde con los cambios que la escena iba a endurar. Aunque bueno,
eso es material para otra historia.
Raw
Evil pecará
por su brevedad, pero que eso no engañe a nadie, ¿eh? Es un EP y para eso
estaba diseñado y, además, en cuatro temas hay suficiente calidad para
enganchar a los oyentes más exigentes. Por allá, en el ’89,
estos cinco gringos conquistaron el Dynamo con una actuación fenomenal y nos
dejaron deseando más con este magno EP. Ya luego saldría el brillante Twisted Into Form y sabríamos, sin
ninguna duda, que la espera valdría la pena. Y con un EP como éste haciéndonos
compañía, ¿cómo no iba a serlo?