Había
una vez, en una tierra lejana –unas islas, para ser preciso-, un príncipe
rebelde. Éste príncipe no era de sangre azul o curtido en la alta sociedad; era
un príncipe que hizo gala de su carisma y de su garra para codearse con la
crema innata de su reino. En su camino, se topó con una doncella; una doncella
como ninguna que él (o nadie) hubiera conocido. Él, intrigado por la
singularidad de esta doncella, se atrevió a ir detrás de ella –siendo nuestro protagonista
un pordiosero que se había convertido, a base de personalidad y talento
natural, en un miembro de la realeza. La
doncella y el príncipe rebelde encontraron entre ellos un idilio que parecía
destinado a la eternidad y a una gloria inusitada en la historia del reino;
pero nuestro protagonista no pudo con los demonios que lo descocían desde su
interior y pronto, sin darse cuenta, su doncella, aquella con la que iba a
conquistar más reinos en el horizonte, se fue con otro forastero. Mientras
el príncipe rebelde se ahogaba en sus demonios, la doncella había encontrado al
hombre con el que se volvería una reina absoluta –su complemento perfecto con
el cual se sentiría entera. Aquí, nuestro relato se bifurca en dos senderos
pero la mayoría se queda con el camino de la doncella y el príncipe idílico. ¿Qué pasó con aquel príncipe forajido
perdido en sus tinieblas? Pues él siguió por el camino de la perdición y trató
de recuperar su trono por su cuenta. No habría doncella porque ya no la
necesitaba; se iba a entronar por su cuenta. Y así, sin hacer mucho alarde e
inequívocamente olvidado por el mundo, el príncipe rebelde iba a responder a la pelea. Por si no lo
captaron, estoy hablando de Paul Di’Anno, el primer vocalista de la historia de
Iron Maiden.
Pobre
Paul: simplemente no dio pie con bola luego de su más que celebérrimo éxodo de
la banda de Steve Harris. Di’Anno, con
su actitud y sus vocales tan crudas, fue una parte vital de la primera
encarnación del grupo más grande de la historia del Metal; álbumes como el homónimo y el Killers son los cimientos con los cuales se comenzó el legado de la
Doncella –y Paul tuvo mucho que ver en ello. Era un vocalista atrevido,
salvaje, ineducado y déspota; era la yuxtaposición idónea de la música tan
perfectamente balanceada entre melodía e intensidad de Harris. Era caos aunado
a perfección sonora. Pero así como era
un frontman descomunal y un vocalista
que no sonaba como ningún otro, era igual de inestable por sus adicciones y eso
terminó por costarle su puesto en Iron Maiden.
Y luego llegaría Dickinson para tomar el testigo y erigirse como la voz suprema
del mejor combo musical que ha producido nuestra música en cinco álbumes
irrepetibles; todo a expensas de un Di’Anno que se lanzó a las profundidades
del abismo, de la bebida y de las drogas luego de su expulsión de ese Jardín
del Edén musical. Afortunado como pocos de tener ese puesto, lo dilapidó.
El
gran espectro del mundo metalero sepultó a Paul en los anales de la historia
luego de sus dos álbumes con Maiden y
es fácil entender por qué: el tipo nunca montó un grupo consistente ni colaboró
con ninguno que produjera algo que derivara en algún tipo de éxito, sea
netamente comercial o artístico. Eso no
quiere decir que no lo intentó y el malogrado vocalista se montó diferentes
proyectos de estilos muy variables, siendo el que nos toca hoy, Battlezone, el más destacable. Este
proyecto fue establecido luego de que el primer grupo luego de su salida de Maiden, Di’Anno, se separara tras un
mero trabajo que dejó sensaciones agridulces por su sonido más Pop y amigable para las masas. Paul Di’Anno
se trata de Metal intenso y crudo con
su más que constatada influencia Punk;
no se trata de ser user-friendly para
los oyentes. Pues, éste nuevo grupo nació para satisfacer a aquellos oyentes
que lo querían escuchar en su faceta más metalera y desatada. Así que en 1.986
unió fuerzas con John Wiggins (Tokyo
Blade) y John Hurley en las guitarras, Sid Falck (Overkill) en la batería y Pete West (Jackal) en el bajo para crear el primer trabajo de su nuevo
proyecto, Fighting Back.
Desde
el principio, la batalla de Paul para hacer olvidar su pasado con la Doncella
era cuesta arriba, pero igual eso no importaba; al sujeto le encanta dar
guerra. Battlezone es la respueta de Di’Anno a Harris; su forma de decirle
al bajista “hey, yo no los necesito a ustedes y voy a triunfar a mi modo”.
Este primer opus de este más que interesante proyecto es un sonido netamente
metalero clásico con uno que otro tinte de Thrash
y Speed, estilos que a nuestro
protagonista siempre les atrajo. Aquí escucharemos un par de guiños a la
Doncella, pero con la impronta de un Paul que se rodeó de buenos
instrumentistas y soltó su infierno sonoro tan característico. Tiempo de darle play al álbum y tiempo de pelear. Que
Paul tiene su batalla personal.
La
que da el puntapié inicial al álbum es Welcome
to the Battlezone donde imperan riffs muy en la onda de lo que hacían Accept y Judas Priest durante años y con un Paul que sigue sonando con tanta
mala y agresividad como en sus años con Maiden,
pero dejando esos momentos más melódicos en su voz. El estribillo es trepidante
y con un patrón en la batería más reminiscente a los grupos de Thrash –recuerden que ya estamos en
1.986 y ahí ese estilo ya estaba bien asentado. Paul no se ha amilanado un
poco, hombre. Running Blind empieza con un talante de balada apaciguada donde los
guitarristas crean una atmosfera muy atrapante mientras que Di’Anno aprovecha
esto para demostrar que cortes como Remember
Tomorrow, Strange World o Prodigal Son no eran coincidencia sino
una constante en su voz. Luego de ese minuto tranquilo, la canción se
transforma en una apisonadora sónica con unos ritmos matadores y un Di’Anno que
se nota cómodo en estas tesituras tan intensas, rayando en Thrash Metal. Como dato curioso, éste era el tema con el que abrían
los conciertos con ese inicio relajado y luego la aceleración.
Mucho
Heavy clásico de la NWOBHM es expresado
en Welfare Warriors con los riffs de Wiggins
y Hurley –el tema que más hace resonar el pasado de Paul. Una canción con una
melodía y estructura muy marcadas por las guitarras. Too Much To Heart –que alguien me explique la traducción de ese
título que no lo entiendo muy bien- apesta a Hard ‘n’ Heavy de los 80s con ese estilo hímnico y ese patrón en
las baterías de un Falck que ya comenzaba a cimentarse como un baterista de
armas tomar; estamos ante una canción que también ostenta una cierta solemnidad
en las guitarras y donde Paul cuaja una gran actuación vocal. Éstos eran los tiempos donde Di’Anno era el
amo y encarnaba el “truismo” que pregonaban los Manowar; no solo atrapaba al oyente por sus dotes de vocalista,
sino por la actitud y la forma en la que te vende el asunto. Battlezone no reinventa nada que no se
haya escuchado por esos años, pero lo hace con
estilo. Un corte como Warchild,
con todo y su velocidad atronadora, se escucharía un tanto mundano si no fuera
el nacido en Londres el que cantara. Iron
Maiden y Killers siempre estarán
en la cima de su carrera, pero aquí hay mucha genialidad y hay que saber
entender que aunque jamás igualó a la Doncella –ni siquiera cerca-, sí supo
ofrecer material de calidad, al igual que reverendas porquerías. Como cualquier
músico.
(Forever) Fighting Back es
locura acelerada de la NWOBHM con un muy buen doble bombo y riffs de guitarra
amalgamados al Speed Metal que se
fraguaba por esos años con un Paul que parece sentirse como un pez en el agua
en este contexto. Uno de los cortes más Heavies
y con una aura 100% Priest es Feel the Rock y sus ritmos a medio
tiempo, partes de guitarra trabajadas y un Paul que no para de derrochar
talento. Altamente comercial (pero aún así me encanta, lo reconozco) es Voice of the Radio, donde la banda se
despacha una muy buena actuación –no son nada del otro mundo, pero son
competentes y cumplen su cometido- y nuestro protagonista sigue haciendo de las
suyas. El estribillo es extremadamente
pegajoso y les aseguro que se les va a quedar en la cabeza al finalizar la
canción; si no es así, me como mi propio pie… ok, no, pero ustedes me entienden.
Como preludio al plato fuerte del álbum, la power
ballad del álbum es In The Darkness con
un Di’Anno magistral en las vocales y la banda en plan Saxon/Accept/Priest con una instrumentación totalmente deudora a
esos grupos. Una pieza entretenida, directa y que sirve para dejarnos
preparados para lo que viene.
The Land God Gave to Cain es
una de las mejores canciones que Paul Di’Anno ha fabricado en toda su maldita carrera;
una demostración de casi ocho minutos donde nos hace saber que, en su día,
podía competir contra cualquiera en su ámbito. Los riffs de la canción son de
lo mejorcito del trabajo, Paul está en su plenitud vocal y la canción es un carrusel
de pasajes que rozan en lo épico sin sonar amilanados o delicados –toda la
pieza está impregnada con la crudeza y la suciedad musical de Di’Anno. Hay un
breve pasaje en el ecuador de la canción donde se entrelazan guitarras
semi-acústicas con el vocalista entonando en un tono bastante solemne para
luego retornar, de manera progresiva y brillante, a la dureza sonora que hemos experimentado
hasta el momento. Una canción que
termina imperiosa, apasionada y con una técnica, una majestuosidad, que pocas
veces se le ha atestiguado a Paul y que creo que nunca más escucharemos en su
carrera al ser hoy en día un despojo de lo que una vez fue. Una de esas
canciones que deben ser escuchas como un metalero de calidad. Una forma
excepcional para terminar un álbum totalmente gozador y que es de ésos debuts
que muestran a una banda con las ideas clarísimas.
En
mi no tan humilde opinión, Battlezone fue
el proyecto donde más sobresalió Paul Di’Anno luego de su éxodo de Maiden; creo que aquí se rodeó de
músicos que comprendían sus inquietudes musicales y se enfocaron en hacerlo
brillar. Fighting Back es uno de esos trabajos donde ha resaltado como pocas
veces la voz de Paul y te hace entender que él está ahí entre los grandes a
base de carisma, talento y actitud. Por supuesto, y como le pasó en Iron Maiden, los malos roces con sus
compañeros, la ley y sus adicciones terminaron por destrozar a una agrupación
que pudo haber sido, a la larga, su regreso a la tarima principal del Heavy Metal. Paul Di’Anno es un personaje condenado a la animosidad y esclavo a sus
demonios internos; un triste Icarus que trató de volar tan alto que acabó por
perderlo todo en aras de una vida que lo despojó de una gloria que merecía.
Tantos arrestos, problemas legales, vicios, maltratos a su voz y rupturas de
agrupaciones han mancillado el legado de uno de esos caudales de talento que
pudo haber tenido una carrera brillante y que solamente podrá pensar en que
dilapidó una oportunidad por la que todos hubiéramos matado.
Había
una vez un príncipe, desterrado, desgraciado y sin doncella, que siguió vagando
por tierras distantes. Aún busca reinos que conquistar, guerreros que vencer y
pueblos que hurtar. Pero ya su cuerpo ya no es lo que era y su alma, tan
agotada y menguada por las adversidades, no puede empujarlo como antes. Rechazó las promesas del cielo que le
ofreció la doncella por la lujuria de un destino nublado en la tierra de los
mortales. Un príncipe que pudo haber sido rey de miles de reinos ahora no
es más que un plebeyo con un pasado glorioso. Un plebeyo que sigue luchando
contra la corriente.
Pués yo voy a dar mi opinión, creo que don Dianno los Maiden no serian hoy día tan grandes y jamás hubiesen grabado un disco como Number of the beast que los catapulto a lo más alto, aun hoy día cuando lo escucho se me pone la piel de gallina.
ResponderEliminarCreo que aparte de sus adicciones ya daba muestras de no querer tocar Heavy y eso a harrys le mosqueaba mucho, y lo de sus "problemillas" fué solo la puntilla para que lo botaran, pero que ya era historia antes de eso.
Por otro lado, aunque en disco eran competentes los Battlezone yo les vi en la gira del disco Children of Madness y en directo eran penosos, fueron teloneados por una banda española que solo tenía maquetas llamada Esfinge y les dieron un buen repaso a Di anno y sus Battrlezone, la verdad es que no estuvieron muy finos esa noche.