¿Quién sabía entonces lo que se
estaba comenzando? ¿Quién sabía, en los estertores de 1.975, que el día de
Navidad simbolizaría el nacimiento de un idilio interminable? ¿Quién sabía, por
esos tiempos, que se estaba germinando el inicio de, quizás, EL grupo de Heavy Metal por antonomasia?
Ninguno de nosotros sabía eso; pero Steve Harris, ese bajista amante del Hard Rock y del West Ham United, sabía
que esto de la música era lo suyo y que incontables fracasos en sus grupos
anteriores no fueron más que la arcilla con la que moldearía ese ideario
artístico que se transformaría en los irrepetibles Iron Maiden. Cuarenta años de una convicción que últimamente le han
traído más perdidas que utilidades al propio Harris y a su grupo –te estoy
mirando a ti, The Book of Souls y tu
indulgencia Progresiva-; pero nunca hay que olvidar toda la grandeza, magia y
belleza que supieron conjurar los británicos en esos atemporales años 80s y
cómo se encumbraron como el grupo más influyente de Heavy Metal de esa década. Todos
los grupos tienen un comienzo y en estas Navidades recordaremos ese debut
homónimo que dio rienda suelta a una leyenda que resonará hasta el fin de los
tiempos.
Los
primeros pasos de la Doncella por las calles de Inglaterra estuvieron llenos de
contratiempos en una batalla cuesta arriba que se tomaría cinco años para poder
dar sus primeros frutos. Antes de dar con la alineación que publicaría el
seminal debut, Harris había tratado con una amplia gama de músicos antes de por
fin ensamblar la adecuada. En el proceso
de construcción del grupo, Iron Maiden guerreaba
para hacerse un nombre en una escena
donde proliferaba el Punk y los
últimos latigazos de los gigantes Progresivos de los 70s –un ambiente harto
difícil para sobresalir cuando se es un grupo con connotaciones más metaleras y
un sonido marcado por las guitarras gemelas, además de un bajo galopante. Las
primeros demos de la banda pueden ser escuchados en The Soundhouse Tapes en 1.978 –con Doug Sampson en la batería, y Dave
Murray como único guitarrista-, que fue la primera experiencia de los imberbes
británicos en un estudio y que no tuvo el mejor resultado en ese renglón, pero
sí que encandiló a quienes lo escucharon con composiciones peculiares y
energéticas como Prowler o la clásica
Iron Maiden.
Al
año entrante –con un cameo de la banda en el compilatorio Metal for Muthas con sus canciones Sanctuary y Wrathchild y
una pequeña gira para dicha compilación-, el grupo entró al estudio para grabar
su ópera prima; pero las diferentes problemáticas para asegurarse un productor
de calidad forzaron el hecho de tener que colaborar con el altamente criticado
Will Malone en la elaboración de dicho álbum. Hasta el día de hoy Harris es muy
crítico de la calidad del primer trabajo por su producción irregular y por el
propio desinterés de Malone por cooperar con ellos –al parecer pasaba más
tiempo leyendo revistas y fumando que en los controles del estudio haciendo su
aporte correspondiente. Éstos eran los tiempos pre-Martin Birch y la impronta
de éste a partir del siguiente trabajo, Killers,
probaría ser vital para el desenvolvimiento de los ingleses en su progresión
ascendente hacia el trono del Metal. Ya con Dennis Stratton en la segunda
guitarra y con Clive Burr en la batería, además del malogrado Paul Di’Anno en
las vocales, la alineación estaba hecha y el primer álbum de Iron Maiden vería la luz. Con la
colaboración de Malone, se puede constatar, gracias a los múltiples videos y
demos que navega el internet, que el sonido de las composiciones de este primer
álbum es una recopilación de las mejores piezas que constituyeron en esos
vastos y tortuosos años de gira que los curtieron para ese momento definitorio.
Y es que no hay que menoscabar un
aspecto tan importante como los años formativos de la agrupación puesto que
derivaron en la consolidación del sonido tan conciso, claro y característico
que se escucha en su debut, aunque sólo fuera la base por la cual se
evolucionaría a cosas más grandes y mejores.
Este
homónimo con ese Eddie tan “punketo” en la portada fue el rostro visible que
representaba el memorable (y significativo) movimiento musical de la New Wave of British Heavy Metal que
marcaría el devenir de la década que nacía por esos años; Harris y compañía
tomaron los cambios generacionales en el escena para plantarse luego de haber
languidecido y sufrido en sus primeros tiempos en un mercado que no les
favorecía. Era su momento. Imagínense
estando en 1.980 y ver un álbum con una portada tan singular como ésta en la
que aparece nuestro estimado Edward en todo su esplendor para luego ser atacado
por temazos como Phantom of the Opera,
Iron Maiden, Charlotte the Harlot o Remember
Tomorrow –era algo inusitado para su tiempo y es por eso que hizo mella en
el público de manera casi instantánea. En lo musical, su brillante
mezcolanza de los Deep Purple más
contundentes, las melodías de Thin Lizzy,
las doble guitarras de Wishbone Ash y
ese toque de Rock Progresivo que los
distinguía del resto supusieron la creación del Maiden sound que tantas bandas tomarían posteriormente. Fue una
irrupción en la escena como pocas veces se ha atestiguado.
Las
notas iniciales de guitarra no sólo representan el comienzo de Prowler, sino también el despertar de un
movimiento musical que hasta el sol de hoy aún da sus portentosos coletazos.
Aquí ya notamos la aportación de las dos guitarras como uno de las
características más singulares de la banda al igual que sus acojonantes cambios
de ritmos más del Progresivo que del pre-Metal
y las vocales de Paul que los alineó con la calaña Punk, por más que Harris detestara la categorización. La canción, hablando netamente en aspectos
musicales, sería algo bastante típico en el catálogo de Iron Maiden, pero el contexto es importante y esa época ningún
grupo sonaba con este desparpajo y esas ganas de una forma tan directa,
detallista e intensa. La carta de presentación de esta Doncella para el
mundo y que nadie nunca olvidaría.
Cambiando
de escenario musicales, Remember Tomorrow
es una magnífica balada, pero al mismo tiempo es mucho más que eso: es
emotividad, pasión y belleza envueltas en un huracán de guitarras, bajo,
batería y Metal. Una de las mejores canciones que haya hecho Maiden y una en la que se aúnan la calma más relajante con las
tormentas más abrasadoras para culminar en una brillante canción donde Di’Anno
hace gala de un pedazo de voz que, aunque no será la más técnica, te atrapa por
su sinceridad y por su feeling.
El pasaje instrumental es de infarto y es que Dave Murray siempre ha sido un
genio para componer solos brillantes sin caer en su propia auto complacencia como
músico –sin duda, uno de los más grandes en el negocio. ¿Qué más agregar? Un
himno sempiterno de la agrupación y que, como dato curioso, sería la pieza que
le conseguiría el trabajo de vocalista a Bruce Dickinson en Iron Maiden.
El
bajo de Harris y la batería de Burr abren lo que fue uno de los primeros
singles del grupo, Running Free. Una
favorita del público en los conciertos de los británicos hasta la actualidad,
su estructura es bastante simple con el incesante andar de las guitarras de
Murray y Stratton mientras que esas letras de huir de la ley y buscar libertad
en las sombras son entonadas por un inspiradísimo Di’Anno que carga el peso de
la canción –realmente es la estrella del show aquí con su forma de “escupir”
las letras. Una pieza algo simple y comercial para los estándares de Maiden, pero que te entretiene y te
engancha por lo bien que la ejecutan, de la misma forma que lo harían en Run to the Hills o 2 Minutes to Midnight en obras posteriores (aunque un servidor ya
está harto de esas canciones de tanto escucharlas).
La
piedra angular de esta obra es la irrepetible Phantom of the Opera o como yo la llamo: el primer coqueteo real de
Harris con el Progresivo. Fanático irredento de Genesis, Yes y Uriah Heep, el bajista saca a relucir
algo de estas influencias en un corte trepidante y energético de una velocidad
insospechada para los tiempos –muchos grupos de Thrash tomarían nota de esto- y una precisión en las guitarras
fenomenal –realmente es una pieza increíble, por donde se le mire. La parsimonia del epicentro de la canción
para luego ir in crescendo con la
sección de bajo de Harris es uno de los mejores momentos instrumentales que un
servidor ha escuchado de la banda y es que esto es genuino Metal Progresivo: una evolución y movimiento constantes en el andar
de la canción que requiere de una musicalidad pocas veces suscitada –es el
trabajo de genios, siendo franco. Una canción que se ha escuchado desde
aquí hasta China y que es sensacional, legendaria y lapidaria. Grandes.
Uno
de los aspectos sonoros que han sido siempre copiados de Iron Maiden por incontables grupos han sido sus ritmos galopantes
que se asemejan a las cabalgatas de un caballo; bueno, la instrumental Transylvania deja entrever esa peculiaridad
tan faustosa de la agrupación en un vendaval notable de guitarras por parte del
binomio Stratton/Murray mientras que la base rítmica de Harris y Burr van a lo
suyo, que no es poco, para deleitarnos con una de esas instrumentales que hoy
en día creo que vendrían bien para que la banda desahogue todo su exceso
indulgente de parafernalia técnica. Con
mucha influencia de las baladas psicodélicas de los 70s, Strange World es una pieza algo menospreciada en el catálogo de la
agrupación: una canción minuciosa, íntima y que realmente te traslada a un
mundo que trasciende más allá de los reinos de tu imaginación a la par de las
melodías de guitarra, sus punteos apasionados y un Di’Anno que parece inmerso
en un trance que le permite transmitir esa abrigadora sensación de sosiego.
Uno de esos hallazgos para quienes no estén más familiarizados con el historial
de la banda y una canción que debe ser degustada con total tranquilidad.
Líricamente
hablando, el grupo transmutó bastante en sus años formativos a sus tiempos como
estrellas del panorama musical. En estos tiempos imberbes del grupo, donde la
mayoría de sus canciones llevaban compuestas un buen par de años, las temáticas
de cortes como Charlotte the Harlot,
que lidian acerca de una prostituta –tema que volverían a tocar en otros
álbumes-, se volvería algo poco frecuentado por el grupo. En fin, siguiendo la
vertiente más sucia y afilada de Prowler,
esta canción es rápida, agresiva y con un Burr bestial con las baquetas en toda
su duración. Siendo sinceros, me parece el tema más descartable de la obra,
pero ésa es una percepción bastante personal de quien suscribe.
¿Puedes
encerrar todas las idiosincrasias musicales, todas aquellas que definirían el
devenir de tu carrera, en una sola canción? Harris y sus muchachos lo
intentaron con la seminal Iron Maiden y
pienso que los muy bastardos lo lograron.
Si pensamos en el sonido más clásico del grupo, aquí tenemos los galopes,
las melodías de guitarra y los cambios de ritmo en pro de la canción –está todo
lo que hace grande a esta banda. Pero
más que eso, esta favorita en los conciertos de la agrupación puede ser
considerada como una celebración de lo que es el grupo y lo que representan;
una prueba fidedigna que encapsula todo el sonido de la banda y lo que buscan
conseguir. Ocho canciones que se convertirían en ochos escenas del primer
capítulo de una historia que cambiaría el mundo de la música como conocemos y
que derivaría en el arribo del grupo más grande de la historia del Metal como lo conocemos.
Iron Maiden no
es un álbum completo; es un trabajo muy serio y bien elaborado, pero que le
falta pulirse en el tema de la composición para llegar a ser lo que acabarían
siendo obras como Powerslave, Somewhere in Time o Seventh Son of a Seventh Son. El
álbum trascendió más allá de Europa e incontables jóvenes en todo el continente
americano, no solo en Estados Unidos, se convirtieron en fanáticos de la banda
hasta el punto de usar esta placa sonora como la inspiración de los diferentes
estilos que marcarían a los 80s como el Thrash,
Speed, Power y el naciente Metal Progresivo
de entes como Queesnrÿche o Fates Warning. Es un álbum cuya
influencia aún está latente.
Para
definir los tours que fraguaron los de Iron
Maiden en los 80s hay que simplemente rendir alabanzas a una agrupación que
trabajó casi sin parar durante la década para hacer llegar su mensaje a las
masas y ganándose su fama mediante el rigor de los conciertos en vivo, además
de una estrategia de mercadotecnia brillante de su manager, Rod Smallwood. Ese ascenso sería vital con su rol de
teloneros de Kiss en su gira de Unmasked, en la que la ayuda de Stanley
y Simmons significó uno de los primeros pasos de la agrupación hacia el
estrellato mundial; pero libres de parafernalia innecesaria o de polémicas sin
valor –lo lograron a base de trabajo y dedicación. En esta gira también se
desvirtuó una ya poco amigable relación entre Stratton y Harris puesto que el
guitarrista no gustaba mucho de pasar el tiempo con sus compañeros de banda,
por lo que frecuentó la mayoría de esa gira con el crew de Kiss y, aunado a
eso, poseía unos intereses musicales que distaban mucho de lo que buscaba la
banda, incluso llegando a alterar la producción de algunas canciones en el
proceso –esto obviamente descarriló la paciencia de Harris y derivó en el éxodo
inmediato del seis cuerdas. Esto sería
uno de los momentos más importantes de la historia de la banda porque un guitarrista
amigo de Murray, un tal Adrian Smith, se mostraría proclive al prospecto de
unirse a la agrupación para formar un binomio guitarrero histórico.
Hace
cuarenta años exactamente se estaba presentando el inicio de una agrupación que
cambiaría el destino de millones con el incesante pasar de los años. ¿Cuántos de nosotros no hemos dicho que
descubrimos el Metal gracias a Iron Maiden? ¿Cuántos de nosotros no hemos
sido marcados por las siempre imitadas y nunca igualadas melodías de guitarra
de Smith y Murray, el bajo imperial de Steve Harris, el golpeteo tan peculiar
de McBrain o las sempiternas vocales de Bruce Dickinson? Este debut es
muchas cosas pero, por sobre todas las cosas, es el puntapié inicial a una
carrera llena de vivencias, glorias y derrotas. A pesar de que ya no ostenten
el nivel de antaño, su clase, señorío e integridad musical son un ejemplo por
el cual todas las jóvenes generaciones deben guiarse para comprender que se
pueden cumplir los sueños y las metas sin necesidad de claudicar ante el clamor
populista. Nadie sabía lo que se estaba
comenzando; pero todos estamos muy felices por ello en estas Navidades: el
nacimiento de Iron fucking Maiden.
¡Feliz
Navidad a todos!