Cuando
los fanáticos de Mötley Crüe se
enteraron de la renuncia/despido –depende de a quién le pregunten- de su
vocalista estrella, Vince Neil, en el ’92, la preocupación y el caos se
fraguaron en el campo de la fanaticada de los músicos más déspotas y hedonistas
de todo el Planeta Metal. Los 90s habían
traído nuevas corrientes y el movimiento de tonalidades pesimistas y depresivas
que provenía de Seattle hizo languidecer a aquella proliferación de bandas de
Los Angeles que dominó la escena con puño de hierro en la década anterior; lo
que faltaba para los amantes del Hard
Rock ochentero era que su grupo por antonomasia se fuera al demonio por la
marcha de un individuo vital para el éxito ensordecedor del combo. Vince Neil
es una parte esencial de lo que fue Mötley
Crüe en los 80s y trabajos como Shout
At The Devil o Dr. Feelgood son
obras soberanas en el panorama Glam por
la voz característica y atrapante carisma del cantante, sin desmerecer el
aporte de los tres instrumentistas que también es muy importante. Tal vez no
era un dotado, pero su locura, su energía y su espíritu emanaban ese factor X
que hacían a estos cuatro dementes tan especiales y contagiosos. Pero Mars,
Sixx y Lee demostrarían que había vida (y grandeza) más allá de Neil. Y así se toparon
con una banda llamada The Scream, de
la cual Sixx era un gran fan.
The Scream fue
una de esas muchas bandas de tercera y cuarta generación de la escena ochentera
que surgieron demasiado tarde para poder aprovecharse de las corrientes
mediáticas que impulsaban a estos movimientos; pero allí yacía un vocalista y
guitarrista de un talento inusitado llamado John Corabi, quien leería en una
revista un aviso de Nikki Sixx buscando a un vocalista nuevo y, sin pensarlo,
se lanzó a la aventura de ser el voceras de esa cuerda de deschavetados que es Mötley Crüe. La audición, que duró varias sesiones, fue un éxito rotundo para
Corabi: la banda estaba fascinada con su extenso rango vocal, sus dotes de
guitarrista y la capacidad de compositor que le quitaba un peso de los hombros
a un Sixx que solía ser el responsable absoluto en el espectro creativo. Y
así, en el ’93, se comenzaba un trabajo que originalmente iba a tener un cambio
de nombre en la banda –NC94, que significaba New Crüe ’94- y que estuvo tentativamente llamado ‘Til Death Do Us Part – por una de las
canciones del trabajo-, pero que terminó siendo homónimo. Lo diré de frente
porque así es que hay que hablar en esto de la música: éste es, a mis ojos, el mejor trabajo de Mötley Crüe. Así es; claro
y raspao’, como decimos en mi país. Y les diré por qué.
Para
la producción, la banda volvía a trabajar con Bob Rock en el estudio, quien los
ayudó a convertir a Dr. Feelgood en
un trabajo multimillonario y le agregó una cierta impronta del Black Album de Metallica en la batería de Lee y en las guitarras –eso sería un
acierto porque el trabajo suena fenomenal y aunque a Rock se le culpe por
suavizar a los Jinetes, sabe hacer bien su trabajo que es hacer sonar a un
álbum para que fortalezca sus virtudes. El
aporte que hizo Corabi desde su arribo a la banda fue totalmente diferente al
que hizo el malogrado Neil: su valor como letrista y como segunda guitarra
facilitaban las labores de Sixx y Mars, además de tener una incidencia
considerable en el desarrollo musical de Crüe.
El trabajo homónimo de los californianos los muestra transmutando a un sonido
muy acorde a los tiempos en los que se produjo y bebiendo de las bandas de
Seattle como Soundgarden o Alice In Chains, al igual que de grupos
como Pantera o Prong que era lo que escuchaba Nikki Sixx durante la producción. Lo que realmente sorprende es cómo tomaron
lo hecho hasta ese momento y lo descartaron para ir en pos de un sonido,
actitud y estilo que tal vez deslucía lo hecho en sus otros trabajos, pero que
demostraba su capacidad de evolucionar hacia diferentes estratos musicales.
Mötley Crüe es su mejor trabajo
porque los vislumbra dando un pase al frente como una agrupación que podía
trascender más allá de una época o un momento de moda y no convertirse en un
grupo de nostalgia –cosa que irónicamente son hoy en día, aunque al parecer
están cerca de su final en este última gira.
Hecho
bajo un estricto régimen de sobriedad –bueno, tan estricto como se puede tratar
de estos tipos-, también se denota un enfoque diferente en las letras. Corabi
muestra un lado más íntimo e introspectivo con su pluma al escribir sobre la
reflexión de una vida errante en ‘Til
Death Do Us Part o la experiencia de un tío abusador en Uncle Jack. Aún así, Sixx deja espacio
para poder hacer las usuales canciones de sexo y libertinaje por las que esta
banda es tan conocida. Era un proyecto
musical bastante diferente a la propuesta de los 80s del grupo y era casi como
escuchar a una banda nueva; en este trabajo impera mucho más la musicalidad, la
técnica y las composiciones que en los álbumes previos de la banda. Me gustan
los clásicos de Crüe, pero aquí se
les muestra empujándose a límites insospechados y probándole a todos
(incluyéndose a sí mismos) que son capaces de no ser solo entertainers, sino también músicos de calibre. Eso era Mötley Crüe en 1.994: una banda que
dejaba los cojones sobre la mesa y decían: “Siéntate y escucha esto, ‘joputa”.
Una
forma muy práctica de dejar en claro sus intenciones se transmite mediante este
bombazo de nombre Power to the Music donde
la batería de Lee suena como un cañón y los riffs a medio tiempo de Mars y
Corabi como apisonadoras, manifestando el distanciamiento más que constatado
del grupo de la pulidez sonora de sus años Glam.
Para los que se están adentrando por vez
primera a la era Corabi de la banda, debe ser sorpresivo escuchar unas vocales
tan distintas en Mötley y eso no lo
voy a negar, aunque mientras más se escucha el trabajo, más se aprecia el
pedazo de voz que se gasta el antiguo voceras de The Scream. Power to the
Music habla en sus letras acerca de la libertad lírica –muy lejos de lo que
se hablaba en Girls, Girls, Girls…,
por ejemplo- y podemos escuchar ese tono más crudo, habilidoso y con un leve tinte
de Blues del “nuevo”. Éstos ya no son
los amos del caos, la sodomía y el hedonismo. Nos los han cambiado. Pero cómo
suenan, ¿eh? Pareciera que los cinco años sin publicar nada los tiene más
arrechos de lo normal.
Una
de las favoritas de un servidor es la genial Uncle Jack donde dan rienda suelta a sus Soundgarden y Alice in Chains
internos para crear una pieza intensa, melódica y con una pasión
sentimental en las letras que difiere mucho con lo que hicieron antes. El estribillo pareciera algo parido por la
banda de Jerry Cantrell y las partes de guitarra del nuevo binomio en las seis
cuerdas conducen el tema entre lo pesado y lo melódico con una facilidad
pasmosa. Lee sigue confiable en lo suyo -aporrear la batería como un
maniaco- y Corabi derrocha una alteración de registro que te descojona. Un
temazo que me tiene viciado en los últimos días y que en un mundo justo sería
un clásico obligatorio en sus conciertos. Escuchen el final donde sueltan un
riff mastodóntico que les recordará a las facetas más pesadas del homónimo de Metallica. Lo repito: UN TEMAZO.
Hooligan’s Holiday emana
unos punteos de Mars que me parecen un detalle interesante en la canción y sigue
con el despliegue de riffs afilados y musculosos. Destaco la habilidad de la
agrupación de casi nunca acelerar o bajar las revoluciones en el trabajo y que
se mantengan interesantes en el aspecto instrumental; en lo vocal, Corabi sigue
sonando con una voz atronadora. La
siguiente pieza fue, junto a Hooligan’s
Holiday, la que fue el single introductorio y puedo imaginarme la reacción
de los fans de la banda al escuchar el inicio que irradia a balada de Misunderstood para luego desembocar en
una vertiente más melódica, pero con suficiente empuje en las guitarras para
mantener el headbanging. Se hace
raro escuchar a esta banda hablando acerca de la alienación social, pero, ¿qué
demonios? Si pudimos sobrevivir a Celtic
Frost tratando de hacer Glam (y
hacerlo mal), ¿entonces por qué no apreciar a una banda que hizo un cambio de
sonido arriesgado y les salió bien? Misunderstood
es una composición un poco más accesible y “alegre” en lo musical, pero
tiene su punto y su encanto.
Con
un deje brutal a Led Zeppelin nos
entregan Loveshine, que es una balada
acústica con una influencia innegable de la banda de Page y donde juro que en
algunos pasajes de la canción es Robert Plant el que está cantando y no Corabi
por las increíbles similitudes en sus gargantas aquí. Si algunos extrañaban los tiempos de Shout At The Devil, aquí llega Poison
Apples para llevarnos de parranda como si fuera 1.985; un tema que suena
como una versión más pesada de lo que hacían en la década anterior y que gira en
torno a una base rítmica contundente y un Corabi en plan sleazy Rock Star. Un corte de la vieja escuela de Mötley Crüe y que, aunque bueno, se
siente algo fuera de lugar. En perfecto contraste con las dos últimas
canciones, con Hammered encontramos
más riffs insanos y dominantes en un poderoso medio tiempo que tal vez
palidezca un poco con los primeros temas, pero aún así te atrapa. Por más
pesados y variados que se hayan convertido, no han perdido el fundamento de
entretener y eso es importantísimo.
La
joya de la corona, la piedra angular de toda la obra, es ésa composición
magistral titulada ‘Til Death Do Us Part.
Una canción larga, llena de detalles y que rebosa de una calidad indiscutida. Este tema encapsula todo lo bien hecho en
este trabajo y aúna brillantemente todos los aspectos que hacen de este álbum
uno muy bueno. Punteos, riffs afilados, unas vocales de altísimo calibre y
unos dotes de compositores que deben ser considerados. Un detalle que me parece
importante para resaltar es cómo los punteos de Mars se entrelazan con los
riffs de Corabi para crear una atmosfera muy especial y permite a la canción
fluir de manera singular. En fin, la
mejor composición del álbum y debe ser escuchada obligatoriamente por
cualquiera que se precie de gustar de esta banda. Y pónganle este tema a
cualquier amigo que diga que este álbum es una mierda para que vean cómo le
callan la boca. Palabra de Kevin.
Con
Welcome To The Numb nos encontramos
con un corte sucio y directo con muchas guitarras machaconas y fiesta. Una
mezcla del pasado con el presente. Lo más pesado del álbum es Smoke The Sky, la canción que tuvo un
video oficial, con un Lee bestial y con un Nikki Sixx que siempre trabaja en
las sombras con su bajo para hacer que todo funcione con (a)normalidad. Droppin’ Like Flies sigue la senda
marcada por el trabajo con el énfasis en los riffs y los estribillos más
melódicos, pero agrega un pasaje sosegado para apaciguar un poco la cosa –a mi
criterio, el tema más descartable del trabajo. Un aspecto que critico de este álbum homónimo es la balada Driftaway; no es una mala canción para
nada y tiene encanto, pero no encaja con la naturaleza más fuerte y contundente
del trabajo. En sí, es una pieza que podría ser un tanto optimista en lo
musical y que deja a la banda relajarse un poco en lo instrumental, además de
que Corabi tiene una buena voz y eso hace que Driftaway sea disfrutable. Así
termina un álbum bastante trabajado, detallista, con grandes canciones y con
una evolución musical notable en comparación con sus trabajos previos. En cuanto al nuevo, Corabi, hizo una labor
excepcional y un servidor les asegura que no extraña a Neil cada vez que
escucha este Mötley Crüe. Una
obra sensacional y que los ponía en el punto más alto de su carrera,
musicalmente hablando.
Y
como podrán imaginar, el álbum fue un rotundo fracaso en lo comercial. Por más
que fuera actual, vanguardista y con muchos temas de calidad, el moniker de Mötley Crüe y lo que eso conlleva pesó
mucho para la promoción de un trabajo que a duras penas llegó a 500.000 ventas.
Lo peor del caso fue que la culpa del susodicho “fracaso” del álbum fue lanzada
al propio Corabi que se despachó una actuación consagratoria y nunca fue
realmente valorado por el simple hecho de que no era el primer vocalista, a
pesar de su enrome calidad. Le atribuyeron
la culpa porque el trabajo no vendió y que no era Vince Neil, cosa que al final
derivó en su éxodo de la agrupación y el retorno del agraciado vocalista al
ruedo para que el grupo retornara a su estilo de otrora. Lo que pudo haber
sido una renovación notable de Sixx y compañía se convirtió en uno de los
primeros pasos para que se transformaran en un grupo de revival, como sus demás coetáneos de la época. Una lástima y otra
prueba de que no siempre es la calidad lo que te hace sobrevivir en esto sino más
bien el manejo del negocio.
El
homónimo de Mötley Crüe es un
capítulo fascinante de la sórdida historia de la agrupación y es la prueba
fehaciente de que hay agrupaciones que tienen mucho más de lo que dejan
entrever. Es, al final del día, una
demostración de talento, garra y técnica de una banda que se atrevió a
desligarse del pasado para dar cabida a nueva versión de sí mismos que tal vez
no agrade a sus fans más irredentos, pero que es una obra notable y la mejor de
su carrera. Altamente recomendable por un servidor.
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Un disco diez puntos,es una obra de arte para mi gusto! Amo este álbum!!
ResponderEliminarTodos los músicos la rompen,Corabi maneja sus cuerdas vocales de una forma admirable,Lee aporrea su kit como nunca,mete breaks por todos lados y con un gusto digno de un grande.
Mars adorna cada tema con sutiles destellos desde su viola y Sixx hace su papel a la perfección.
Temas a destacar TODOS jeje....Grande los Crue por arriesgar y sacar este grandioso trabajo.
Te felicito Tenza por la gran reseña que hiciste,un gran abrazo!!!!
Un ábum infravalorado que no pierde frescura con el paso de los años. Grandísima crítica, Kevin!
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