Es
bien consabido que a mediados de los 90s prácticamente casi todas las formas de
Metal eran totalmente superfluas en
el mercado estadounidense. Las personas que vivieron y están documentadas en
esa época saben que a principios de esa década existía una abundancia de grupos
que meramente utilizaban los preceptos desgastados de los 80s, por lo que la
atención mediática giró la mirada hacia los grupos de la movida Alternativa y
de la susodicha corriente Grunge,
cosa que es perfectamente natural –después de todo, la música, como la vida, es
cíclica y los puestos de predominancia en la media siempre van a cambiar. Pero eso es hablando desde la óptica
comercial y publicitaria; aún seguía imperando en los Estados Unidos un vacío
para un nuevo sonido metalero que fuera una continuación de lo establecido
hasta ese momento de la misma forma que los 80s desarrollaron lo creado en los
70s. En Europa siempre se sostuvo un enfoque por las tendencias más
melódicas, pero en Norteamérica comenzó a saltar a la palestra principal el
naciente estilo de riffs entre cortados y contundentes aunados a ritmos menos
velocistas pero más propensos a la agresividad y pesadez –esto sería conocido
como el Groove Metal. Y aunque muchos lo ven como una mera versión
más lenta y tal vez accesible del Thrash,
grupos como Pantera, Biohazard, Fear Factory, Prong, Grip Inc. o los que protagonizan esta
entrada, Machine Head, supieron darle
al sub-género una personalidad bastante marcada, aunque nunca ha sido tan bien demarcado
como variables musicales en la misma vena que el ya mencionado Thrash, Power o Death Metal, para
mencionar algunos. Entonces me podrán preguntar qué demonios es el Groove Metal; bueno, déjenme decirles
que el debut de los Machine Head es
una muestra perfecta de lo que se trata este estilo: violencia, rabia,
contundencia y riffs. Muchos, muchos riffs.
Pues
entonces vamos al contexto de este celebérrimo Burn My Eyes. Por allá en 1.994, Robb Flynn, guitarrista, letrista,
vocalista y fundador de la banda, era un hombre que se hallaba en una
encrucijada. El personaje en cuestión era un músico que creció y se curtió en
las catacumbas sonoras de la Bay Area bajo la tutela de los grandes de la época
dorada del Thrash Metal (Exodus, Metallica, Slayer y un
par más), sin mencionar su propia impronta en la etapa naciente de los enormes Forbidden y su rol en los infravalorados
Vio-lence –dos grupos que aunque
fueron brillantes en el underground,
nunca lograron conseguir espacio en la vereda mainstream. Siendo un hombre
adicto a las drogas, traficante, sobreviviente a una sobredosis en el ’93 y
bastión para dos fantásticos grupos de Thrash
de tercera generación, el guitarrista decidió dejar su banda y
comprometerse a formar una banda que cumpliera con su propia visión musical sin
aledaños o atenuantes. La primera encarnación de Machine Head –nombre que según el propio Flynn no está inspirado en
el famoso álbum de Deep Purple- era
una bestia que practicaba un sonido atronador y despachaba unas actuaciones
salvajes que les conllevó a ser baneados de varios clubes de San Francisco. Era
un producto surgido de la frustración juvenil y la cruda impronta de un
individuo que se cubrió de muy buenos músicos para crear un trabajo que puede
ser considerado como el punto conector entre el Thrash primigenio de los 80s y el Metal moderno que se fraguaría posteriormente. Eso, en pocas
palabras, es el Burn My Eyes.
En
el párrafo previo menciono la importancia del grupo de músicos que consiguió
Flynn para este trabajo y es que si analizamos de manera superficial los
miembros de otros trabajos de la banda y el sonido de los mismos, podremos
interpretar que los instrumentistas elegidos influyen en el estilo de Machine Head. A pesar del trasfondo de Metal duro
y agresivo de Flynn, es el aporte del excelso baterista Chris Kontos –lo que
toca este hombre en el kit, por Dio-, del bajista y fiel escudero (hasta 2.011)
Adam Duce y del guitarrista Logan Mader lo más importante para el desarrollo
del sonido del grupo hacia uno basado en los ritmos de los riffs y en la
potencia. Es por eso que no concuerdo con quienes (equívocamente, si me
permiten decirlo) dicen que Burn My Eyes es
un álbum de Thrash Metal: no cuenta
con el enfoque en la velocidad que todos los álbumes de esa calaña tienen
cuando este trabajo es, para todos los efectos, algo lento. Si algo hay que
destacar en el aspecto musical de esta obra es el abanico de posibilidades: despliega
una cólera y una rabia devastadoras, pero no deja de lado esos momentos
contados de melodía que hacen variar el asunto y donde Flynn altera sus vocales
que les recordarán a una mezcla entre Max Cavalera y Phil Anselmo. Pero ahora
vamos a lo nuestro, ¿eh? Que tanto hablar de esto ya me provocó escucharlo.
Tras
todo lo dicho, Davidian es una
canción ejemplar para abrir un álbum y es una proliferación absoluta de riffs
pesados, ritmos acojonantes y un vocalista que no canta sino que ruge como un
maldito león envuelto en los velos de la rabia. Como va a ser costumbre en este trabajo, la labor de Kontos en la
batería es simplemente brillante y el riffeo es ominoso a la par de musculoso.
Las vocales de Flynn no son nada nuevo; como ya he dicho, tiene mucho de
Cavalera y Anselmo, pero le añade su toque, cabe decirlo. Un temazo que aún
tiene repercusión en la actualidad de la banda y que tal vez sea su himno por
excelencia.
Old siempre
será mi canción favorita de Machine Head
con su introducción tremebunda de baterías, esos ritmos tan adictivos y unos
riffs que son de lo mejorcito que ha parido la banda desde su incepción. El
estribillo muestra un estilo un poco más “educado” de canto de Flynn y es
bastante pegajoso. Un tema que es perfecto para quienes te pregunten qué es Machine Head y quieras engancharlos de
una. El final es caos y destrucción sonora hasta desembocar en el estribillo.
Para terminar un triunvirato de canciones fortísimas, A Thousand of Lies acelera un poco los motores (pero solo un poco)
y muestra el lado más ganchero de la banda, además de unas partes de guitarra
de Flynn y Mader que le dan cuerpo a toda la obra con el pasar de las piezas.
Importantísimo el trabajo de Mader en las seis cuerdas para que el grupo suene
como suena en este álbum. Mención especial a la producción que suena cristalina,
moderna pero mantiene todo con un tono orgánico y fuerte –no daña ni edulcora a
las composiciones. El estertor de la canción es un buen ejemplo de lo que he
dicho de que aquí no se prioriza la velocidad; en el ocaso de este tema van ralentizando
hasta llegar a cuotas Sabbath de
velocidad.
La
andadura por terrenos no tan agresivos comienza por None But My Own donde se tiene una introducción un poco psicodélica
y que luego desemboca en vendaval metalero que no deja sobrevivientes. Un
temazo que parece tomar impulso en las partes más sosegadas para luego explotar
y pasarte por encima hasta que estés hecho trizas. La siguiente en machacarnos
es The Rage To Overcome con más amalgama
rítmica y de riffs portentosos que te parten el cuello en dos; si han escuchado
el álbum hasta ahora, comprenderán que esta pieza es de un estilo que la banda
ya tiene muy marcado. Hay que mencionar
las letras que realmente capturan el contexto de peleas, drogas y peligrosidad
en el que se concibió el álbum; Robb Flynn nunca será, a mis ojos, un letrista
notable, pero aquí cuaja algunas de las mejores letras de su carrera.
Más
lenta y pesada es Death Church con
algún que otro industrial, pero que no termina de convencerme y es que es en
los últimos que puede llegar a cojear un poco el álbum. Pero solo un poco, ¿eh?
A Nation On Fire es una composición
interesante con esos punteos iniciales para que luego la canción vaya in crescendo hasta acabar en una
tormenta de riffs y a una velocidad pasmosa, reminiscente a los grupos de Thrash que idolatraban. Uno de los temas
más populares de Machine Head es la
violenta Blood For Blood que es una pieza
totalmente desquiciada y que parece hacer mucha previa en su comienzo hasta
explotar en un golpeteo matador de Groove/Thrash
Metal brillante. Una canción que dudo que algún Thrasher desprecie.
Siguiendo
la senda de mezclar momentos tranquilos con los más caóticos, I’m Your God Now es una oda de Flynn a
los demonios atormentadores de las adicciones y cómo éstos te dominan;
musicalmente hablando es una composición muy en línea de la banda con un
trabaja fenomenal de Kontos y un riffeo bestial. Una canción que siempre me ha
gustado de la banda y que recomiendo absolutamente. Hay un tema que es más un
interludio titulado Real Eyes, Realice,
Real Lies que tiene grabado una serie de reportes televisivos de la época y
la banda toca mientras éstos suenan –es más interesante si se entiende lo que
están diciendo. Un gran final es la iracundia y la potencia de Block para finiquitar un trabajo que,
exceptuando uno que otro traspié, es perfectamente disfrutable, tiene variedad
y es lo suficientemente bien compuesto para que le guste a diferentes grupos de
oyentes. Un trabajo bastante completo y que realmente cuesta creer que es el
primero de una banda.
El
álbum, irónicamente contrario a lo que dije al principio, no fue tan bien
recibido en Estados Unidos en el aspecto de las ventas; pero sí que hizo raíces
y más de una generación que surgió después en el Metal gringo han mencionado a Burn
My Eyes como una influencia vital en la formación de su música. Su sonido y su ideario rabioso y visceral
es uno que todavía perdura hasta el día de hoy y que muchas bandas han tratado
de emular de múltiples formas; pero sin ánimos de ser demagogo, el verdadero valor
de Burn My Eyes reside en lo genuino
que suena; en lo realmente colérico, iracundo y verdadero que es su mensaje y
es por eso que hizo huella en el alma de tantos oyentes. A mí criterio –que
obviamente no es absoluto-, éste es el mejor esfuerzo de su catálogo. Demostró
que se puede continuar creciendo y transitando nuevos senderos musicales sin
menospreciar lo hecho en generaciones pasadas; es un álbum que propone algo
diferente, pero que no desmerita la técnica o las bases de los grandes de la
Bay Area. Burn My Eyes fue una llama
que reencendió, junto con los grupos que he mencionado, una cierta necesidad
del público por el Metal más crudo,
intenso y vicioso que no rayara en el punto del extremismo.
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