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domingo, 8 de noviembre de 2015

Crítica: Machine Head – Burn My Eyes



Es bien consabido que a mediados de los 90s prácticamente casi todas las formas de Metal eran totalmente superfluas en el mercado estadounidense. Las personas que vivieron y están documentadas en esa época saben que a principios de esa década existía una abundancia de grupos que meramente utilizaban los preceptos desgastados de los 80s, por lo que la atención mediática giró la mirada hacia los grupos de la movida Alternativa y de la susodicha corriente Grunge, cosa que es perfectamente natural –después de todo, la música, como la vida, es cíclica y los puestos de predominancia en la media siempre van a cambiar. Pero eso es hablando desde la óptica comercial y publicitaria; aún seguía imperando en los Estados Unidos un vacío para un nuevo sonido metalero que fuera una continuación de lo establecido hasta ese momento de la misma forma que los 80s desarrollaron lo creado en los 70s. En Europa siempre se sostuvo un enfoque por las tendencias más melódicas, pero en Norteamérica comenzó a saltar a la palestra principal el naciente estilo de riffs entre cortados y contundentes aunados a ritmos menos velocistas pero más propensos a la agresividad y pesadez –esto sería conocido como el Groove Metal. Y aunque muchos lo ven como una mera versión más lenta y tal vez accesible del Thrash, grupos como Pantera, Biohazard, Fear Factory, Prong, Grip Inc. o los que protagonizan esta entrada, Machine Head, supieron darle al sub-género una personalidad bastante marcada, aunque nunca ha sido tan bien demarcado como variables musicales en la misma vena que el ya mencionado Thrash, Power o Death Metal, para mencionar algunos. Entonces me podrán preguntar qué demonios es el Groove Metal; bueno, déjenme decirles que el debut de los Machine Head es una muestra perfecta de lo que se trata este estilo: violencia, rabia, contundencia y riffs. Muchos, muchos riffs.



Pues entonces vamos al contexto de este celebérrimo Burn My Eyes. Por allá en 1.994, Robb Flynn, guitarrista, letrista, vocalista y fundador de la banda, era un hombre que se hallaba en una encrucijada. El personaje en cuestión era un músico que creció y se curtió en las catacumbas sonoras de la Bay Area bajo la tutela de los grandes de la época dorada del Thrash Metal (Exodus, Metallica, Slayer y un par más), sin mencionar su propia impronta en la etapa naciente de los enormes Forbidden y su rol en los infravalorados Vio-lence –dos grupos que aunque fueron brillantes en el underground, nunca lograron conseguir espacio en la vereda mainstream. Siendo un hombre adicto a las drogas, traficante, sobreviviente a una sobredosis en el ’93 y bastión para dos fantásticos grupos de Thrash de tercera generación, el guitarrista decidió dejar su banda y comprometerse a formar una banda que cumpliera con su propia visión musical sin aledaños o atenuantes. La primera encarnación de Machine Head –nombre que según el propio Flynn no está inspirado en el famoso álbum de Deep Purple- era una bestia que practicaba un sonido atronador y despachaba unas actuaciones salvajes que les conllevó a ser baneados de varios clubes de San Francisco. Era un producto surgido de la frustración juvenil y la cruda impronta de un individuo que se cubrió de muy buenos músicos para crear un trabajo que puede ser considerado como el punto conector entre el Thrash primigenio de los 80s y el Metal moderno que se fraguaría posteriormente. Eso, en pocas palabras, es el Burn My Eyes.



En el párrafo previo menciono la importancia del grupo de músicos que consiguió Flynn para este trabajo y es que si analizamos de manera superficial los miembros de otros trabajos de la banda y el sonido de los mismos, podremos interpretar que los instrumentistas elegidos influyen en el estilo de Machine Head. A pesar del trasfondo de Metal duro y agresivo de Flynn, es el aporte del excelso baterista Chris Kontos –lo que toca este hombre en el kit, por Dio-, del bajista y fiel escudero (hasta 2.011) Adam Duce y del guitarrista Logan Mader lo más importante para el desarrollo del sonido del grupo hacia uno basado en los ritmos de los riffs y en la potencia. Es por eso que no concuerdo con quienes (equívocamente, si me permiten decirlo) dicen que Burn My Eyes es un álbum de Thrash Metal: no cuenta con el enfoque en la velocidad que todos los álbumes de esa calaña tienen cuando este trabajo es, para todos los efectos, algo lento. Si algo hay que destacar en el aspecto musical de esta obra es el abanico de posibilidades: despliega una cólera y una rabia devastadoras, pero no deja de lado esos momentos contados de melodía que hacen variar el asunto y donde Flynn altera sus vocales que les recordarán a una mezcla entre Max Cavalera y Phil Anselmo. Pero ahora vamos a lo nuestro, ¿eh? Que tanto hablar de esto ya me provocó escucharlo.



Tras todo lo dicho, Davidian es una canción ejemplar para abrir un álbum y es una proliferación absoluta de riffs pesados, ritmos acojonantes y un vocalista que no canta sino que ruge como un maldito león envuelto en los velos de la rabia. Como va a ser costumbre en este trabajo, la labor de Kontos en la batería es simplemente brillante y el riffeo es ominoso a la par de musculoso. Las vocales de Flynn no son nada nuevo; como ya he dicho, tiene mucho de Cavalera y Anselmo, pero le añade su toque, cabe decirlo. Un temazo que aún tiene repercusión en la actualidad de la banda y que tal vez sea su himno por excelencia.



Old siempre será mi canción favorita de Machine Head con su introducción tremebunda de baterías, esos ritmos tan adictivos y unos riffs que son de lo mejorcito que ha parido la banda desde su incepción. El estribillo muestra un estilo un poco más “educado” de canto de Flynn y es bastante pegajoso. Un tema que es perfecto para quienes te pregunten qué es Machine Head y quieras engancharlos de una. El final es caos y destrucción sonora hasta desembocar en el estribillo. Para terminar un triunvirato de canciones fortísimas, A Thousand of Lies acelera un poco los motores (pero solo un poco) y muestra el lado más ganchero de la banda, además de unas partes de guitarra de Flynn y Mader que le dan cuerpo a toda la obra con el pasar de las piezas. Importantísimo el trabajo de Mader en las seis cuerdas para que el grupo suene como suena en este álbum. Mención especial a la producción que suena cristalina, moderna pero mantiene todo con un tono orgánico y fuerte –no daña ni edulcora a las composiciones. El estertor de la canción es un buen ejemplo de lo que he dicho de que aquí no se prioriza la velocidad; en el ocaso de este tema van ralentizando hasta llegar a cuotas Sabbath de velocidad.



La andadura por terrenos no tan agresivos comienza por None But My Own donde se tiene una introducción un poco psicodélica y que luego desemboca en vendaval metalero que no deja sobrevivientes. Un temazo que parece tomar impulso en las partes más sosegadas para luego explotar y pasarte por encima hasta que estés hecho trizas. La siguiente en machacarnos es The Rage To Overcome con más amalgama rítmica y de riffs portentosos que te parten el cuello en dos; si han escuchado el álbum hasta ahora, comprenderán que esta pieza es de un estilo que la banda ya tiene muy marcado. Hay que mencionar las letras que realmente capturan el contexto de peleas, drogas y peligrosidad en el que se concibió el álbum; Robb Flynn nunca será, a mis ojos, un letrista notable, pero aquí cuaja algunas de las mejores letras de su carrera.



Más lenta y pesada es Death Church con algún que otro industrial, pero que no termina de convencerme y es que es en los últimos que puede llegar a cojear un poco el álbum. Pero solo un poco, ¿eh? A Nation On Fire es una composición interesante con esos punteos iniciales para que luego la canción vaya in crescendo hasta acabar en una tormenta de riffs y a una velocidad pasmosa, reminiscente a los grupos de Thrash que idolatraban. Uno de los temas más populares de Machine Head es la violenta Blood For Blood que es una pieza totalmente desquiciada y que parece hacer mucha previa en su comienzo hasta explotar en un golpeteo matador de Groove/Thrash Metal brillante. Una canción que dudo que algún Thrasher desprecie.




Siguiendo la senda de mezclar momentos tranquilos con los más caóticos, I’m Your God Now es una oda de Flynn a los demonios atormentadores de las adicciones y cómo éstos te dominan; musicalmente hablando es una composición muy en línea de la banda con un trabaja fenomenal de Kontos y un riffeo bestial. Una canción que siempre me ha gustado de la banda y que recomiendo absolutamente. Hay un tema que es más un interludio titulado Real Eyes, Realice, Real Lies que tiene grabado una serie de reportes televisivos de la época y la banda toca mientras éstos suenan –es más interesante si se entiende lo que están diciendo. Un gran final es la iracundia y la potencia de Block para finiquitar un trabajo que, exceptuando uno que otro traspié, es perfectamente disfrutable, tiene variedad y es lo suficientemente bien compuesto para que le guste a diferentes grupos de oyentes. Un trabajo bastante completo y que realmente cuesta creer que es el primero de una banda.



El álbum, irónicamente contrario a lo que dije al principio, no fue tan bien recibido en Estados Unidos en el aspecto de las ventas; pero sí que hizo raíces y más de una generación que surgió después en el Metal gringo han mencionado a Burn My Eyes como una influencia vital en la formación de su música. Su sonido y su ideario rabioso y visceral es uno que todavía perdura hasta el día de hoy y que muchas bandas han tratado de emular de múltiples formas; pero sin ánimos de ser demagogo, el verdadero valor de Burn My Eyes reside en lo genuino que suena; en lo realmente colérico, iracundo y verdadero que es su mensaje y es por eso que hizo huella en el alma de tantos oyentes. A mí criterio –que obviamente no es absoluto-, éste es el mejor esfuerzo de su catálogo. Demostró que se puede continuar creciendo y transitando nuevos senderos musicales sin menospreciar lo hecho en generaciones pasadas; es un álbum que propone algo diferente, pero que no desmerita la técnica o las bases de los grandes de la Bay Area. Burn My Eyes fue una llama que reencendió, junto con los grupos que he mencionado, una cierta necesidad del público por el Metal más crudo, intenso y vicioso que no rayara en el punto del extremismo.

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