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viernes, 25 de diciembre de 2015

Crítica: Iron Maiden – Iron Maiden.



¿Quién sabía entonces lo que se estaba comenzando? ¿Quién sabía, en los estertores de 1.975, que el día de Navidad simbolizaría el nacimiento de un idilio interminable? ¿Quién sabía, por esos tiempos, que se estaba germinando el inicio de, quizás, EL grupo de Heavy Metal por antonomasia? Ninguno de nosotros sabía eso; pero Steve Harris, ese bajista amante del Hard Rock y del West Ham United, sabía que esto de la música era lo suyo y que incontables fracasos en sus grupos anteriores no fueron más que la arcilla con la que moldearía ese ideario artístico que se transformaría en los irrepetibles Iron Maiden. Cuarenta años de una convicción que últimamente le han traído más perdidas que utilidades al propio Harris y a su grupo –te estoy mirando a ti, The Book of Souls y tu indulgencia Progresiva-; pero nunca hay que olvidar toda la grandeza, magia y belleza que supieron conjurar los británicos en esos atemporales años 80s y cómo se encumbraron como el grupo más influyente de Heavy Metal de esa década. Todos los grupos tienen un comienzo y en estas Navidades recordaremos ese debut homónimo que dio rienda suelta a una leyenda que resonará hasta el fin de los tiempos.

Los primeros pasos de la Doncella por las calles de Inglaterra estuvieron llenos de contratiempos en una batalla cuesta arriba que se tomaría cinco años para poder dar sus primeros frutos. Antes de dar con la alineación que publicaría el seminal debut, Harris había tratado con una amplia gama de músicos antes de por fin ensamblar la adecuada. En el proceso de construcción del grupo, Iron Maiden guerreaba para hacerse  un nombre en una escena donde proliferaba el Punk y los últimos latigazos de los gigantes Progresivos de los 70s –un ambiente harto difícil para sobresalir cuando se es un grupo con connotaciones más metaleras y un sonido marcado por las guitarras gemelas, además de un bajo galopante. Las primeros demos de la banda pueden ser escuchados en The Soundhouse Tapes en 1.978 –con Doug Sampson en la batería, y Dave Murray como único guitarrista-, que fue la primera experiencia de los imberbes británicos en un estudio y que no tuvo el mejor resultado en ese renglón, pero sí que encandiló a quienes lo escucharon con composiciones peculiares y energéticas como Prowler o la clásica Iron Maiden.


Al año entrante –con un cameo de la banda en el compilatorio Metal for Muthas con sus canciones Sanctuary y Wrathchild y una pequeña gira para dicha compilación-, el grupo entró al estudio para grabar su ópera prima; pero las diferentes problemáticas para asegurarse un productor de calidad forzaron el hecho de tener que colaborar con el altamente criticado Will Malone en la elaboración de dicho álbum. Hasta el día de hoy Harris es muy crítico de la calidad del primer trabajo por su producción irregular y por el propio desinterés de Malone por cooperar con ellos –al parecer pasaba más tiempo leyendo revistas y fumando que en los controles del estudio haciendo su aporte correspondiente. Éstos eran los tiempos pre-Martin Birch y la impronta de éste a partir del siguiente trabajo, Killers, probaría ser vital para el desenvolvimiento de los ingleses en su progresión ascendente hacia el trono del Metal. Ya con Dennis Stratton en la segunda guitarra y con Clive Burr en la batería, además del malogrado Paul Di’Anno en las vocales, la alineación estaba hecha y el primer álbum de Iron Maiden vería la luz. Con la colaboración de Malone, se puede constatar, gracias a los múltiples videos y demos que navega el internet, que el sonido de las composiciones de este primer álbum es una recopilación de las mejores piezas que constituyeron en esos vastos y tortuosos años de gira que los curtieron para ese momento definitorio. Y es que no hay que menoscabar un aspecto tan importante como los años formativos de la agrupación puesto que derivaron en la consolidación del sonido tan conciso, claro y característico que se escucha en su debut, aunque sólo fuera la base por la cual se evolucionaría a cosas más grandes y mejores.

Este homónimo con ese Eddie tan “punketo” en la portada fue el rostro visible que representaba el memorable (y significativo) movimiento musical de la New Wave of British Heavy Metal que marcaría el devenir de la década que nacía por esos años; Harris y compañía tomaron los cambios generacionales en el escena para plantarse luego de haber languidecido y sufrido en sus primeros tiempos en un mercado que no les favorecía. Era su momento. Imagínense estando en 1.980 y ver un álbum con una portada tan singular como ésta en la que aparece nuestro estimado Edward en todo su esplendor para luego ser atacado por temazos como Phantom of the Opera, Iron Maiden, Charlotte the Harlot o Remember Tomorrow –era algo inusitado para su tiempo y es por eso que hizo mella en el público de manera casi instantánea. En lo musical, su brillante mezcolanza de los Deep Purple más contundentes, las melodías de Thin Lizzy, las doble guitarras de Wishbone Ash y ese toque de Rock Progresivo que los distinguía del resto supusieron la creación del Maiden sound que tantas bandas tomarían posteriormente. Fue una irrupción en la escena como pocas veces se ha atestiguado.


Las notas iniciales de guitarra no sólo representan el comienzo de Prowler, sino también el despertar de un movimiento musical que hasta el sol de hoy aún da sus portentosos coletazos. Aquí ya notamos la aportación de las dos guitarras como uno de las características más singulares de la banda al igual que sus acojonantes cambios de ritmos más del Progresivo que del pre-Metal y las vocales de Paul que los alineó con la calaña Punk, por más que Harris detestara la categorización. La canción, hablando netamente en aspectos musicales, sería algo bastante típico en el catálogo de Iron Maiden, pero el contexto es importante y esa época ningún grupo sonaba con este desparpajo y esas ganas de una forma tan directa, detallista e intensa. La carta de presentación de esta Doncella para el mundo y que nadie nunca olvidaría.

Cambiando de escenario musicales, Remember Tomorrow es una magnífica balada, pero al mismo tiempo es mucho más que eso: es emotividad, pasión y belleza envueltas en un huracán de guitarras, bajo, batería y Metal. Una de las mejores canciones que haya hecho Maiden y una en la que se aúnan la calma más relajante con las tormentas más abrasadoras para culminar en una brillante canción donde Di’Anno hace gala de un pedazo de voz que, aunque no será la más técnica, te atrapa por su sinceridad y por su feeling. El pasaje instrumental es de infarto y es que Dave Murray siempre ha sido un genio para componer solos brillantes sin caer en su propia auto complacencia como músico –sin duda, uno de los más grandes en el negocio. ¿Qué más agregar? Un himno sempiterno de la agrupación y que, como dato curioso, sería la pieza que le conseguiría el trabajo de vocalista a Bruce Dickinson en Iron Maiden.


El bajo de Harris y la batería de Burr abren lo que fue uno de los primeros singles del grupo, Running Free. Una favorita del público en los conciertos de los británicos hasta la actualidad, su estructura es bastante simple con el incesante andar de las guitarras de Murray y Stratton mientras que esas letras de huir de la ley y buscar libertad en las sombras son entonadas por un inspiradísimo Di’Anno que carga el peso de la canción –realmente es la estrella del show aquí con su forma de “escupir” las letras. Una pieza algo simple y comercial para los estándares de Maiden, pero que te entretiene y te engancha por lo bien que la ejecutan, de la misma forma que lo harían en Run to the Hills o 2 Minutes to Midnight en obras posteriores (aunque un servidor ya está harto de esas canciones de tanto escucharlas).

La piedra angular de esta obra es la irrepetible Phantom of the Opera o como yo la llamo: el primer coqueteo real de Harris con el Progresivo. Fanático irredento de Genesis, Yes y Uriah Heep, el bajista saca a relucir algo de estas influencias en un corte trepidante y energético de una velocidad insospechada para los tiempos –muchos grupos de Thrash tomarían nota de esto- y una precisión en las guitarras fenomenal –realmente es una pieza increíble, por donde se le mire. La parsimonia del epicentro de la canción para luego ir in crescendo con la sección de bajo de Harris es uno de los mejores momentos instrumentales que un servidor ha escuchado de la banda y es que esto es genuino Metal Progresivo: una evolución y movimiento constantes en el andar de la canción que requiere de una musicalidad pocas veces suscitada –es el trabajo de genios, siendo franco. Una canción que se ha escuchado desde aquí hasta China y que es sensacional, legendaria y lapidaria. Grandes.

Uno de los aspectos sonoros que han sido siempre copiados de Iron Maiden por incontables grupos han sido sus ritmos galopantes que se asemejan a las cabalgatas de un caballo; bueno, la instrumental Transylvania deja entrever esa peculiaridad tan faustosa de la agrupación en un vendaval notable de guitarras por parte del binomio Stratton/Murray mientras que la base rítmica de Harris y Burr van a lo suyo, que no es poco, para deleitarnos con una de esas instrumentales que hoy en día creo que vendrían bien para que la banda desahogue todo su exceso indulgente de parafernalia técnica. Con mucha influencia de las baladas psicodélicas de los 70s, Strange World es una pieza algo menospreciada en el catálogo de la agrupación: una canción minuciosa, íntima y que realmente te traslada a un mundo que trasciende más allá de los reinos de tu imaginación a la par de las melodías de guitarra, sus punteos apasionados y un Di’Anno que parece inmerso en un trance que le permite transmitir esa abrigadora sensación de sosiego. Uno de esos hallazgos para quienes no estén más familiarizados con el historial de la banda y una canción que debe ser degustada con total tranquilidad.


Líricamente hablando, el grupo transmutó bastante en sus años formativos a sus tiempos como estrellas del panorama musical. En estos tiempos imberbes del grupo, donde la mayoría de sus canciones llevaban compuestas un buen par de años, las temáticas de cortes como Charlotte the Harlot, que lidian acerca de una prostituta –tema que volverían a tocar en otros álbumes-, se volvería algo poco frecuentado por el grupo. En fin, siguiendo la vertiente más sucia y afilada de Prowler, esta canción es rápida, agresiva y con un Burr bestial con las baquetas en toda su duración. Siendo sinceros, me parece el tema más descartable de la obra, pero ésa es una percepción bastante personal de quien suscribe.

¿Puedes encerrar todas las idiosincrasias musicales, todas aquellas que definirían el devenir de tu carrera, en una sola canción? Harris y sus muchachos lo intentaron con la seminal Iron Maiden y pienso que los muy bastardos lo lograron. Si pensamos en el sonido más clásico del grupo, aquí tenemos los galopes, las melodías de guitarra y los cambios de ritmo en pro de la canción –está todo lo que hace grande a esta banda. Pero más que eso, esta favorita en los conciertos de la agrupación puede ser considerada como una celebración de lo que es el grupo y lo que representan; una prueba fidedigna que encapsula todo el sonido de la banda y lo que buscan conseguir. Ocho canciones que se convertirían en ochos escenas del primer capítulo de una historia que cambiaría el mundo de la música como conocemos y que derivaría en el arribo del grupo más grande de la historia del Metal como lo conocemos.

Iron Maiden no es un álbum completo; es un trabajo muy serio y bien elaborado, pero que le falta pulirse en el tema de la composición para llegar a ser lo que acabarían siendo obras como Powerslave, Somewhere in Time o Seventh Son of a Seventh Son. El álbum trascendió más allá de Europa e incontables jóvenes en todo el continente americano, no solo en Estados Unidos, se convirtieron en fanáticos de la banda hasta el punto de usar esta placa sonora como la inspiración de los diferentes estilos que marcarían a los 80s como el Thrash, Speed, Power y el naciente Metal Progresivo de entes como Queesnrÿche o Fates Warning. Es un álbum cuya influencia aún está latente.


Para definir los tours que fraguaron los de Iron Maiden en los 80s hay que simplemente rendir alabanzas a una agrupación que trabajó casi sin parar durante la década para hacer llegar su mensaje a las masas y ganándose su fama mediante el rigor de los conciertos en vivo, además de una estrategia de mercadotecnia brillante de su manager, Rod Smallwood. Ese ascenso sería vital con su rol de teloneros de Kiss en su gira de Unmasked, en la que la ayuda de Stanley y Simmons significó uno de los primeros pasos de la agrupación hacia el estrellato mundial; pero libres de parafernalia innecesaria o de polémicas sin valor –lo lograron a base de trabajo y dedicación. En esta gira también se desvirtuó una ya poco amigable relación entre Stratton y Harris puesto que el guitarrista no gustaba mucho de pasar el tiempo con sus compañeros de banda, por lo que frecuentó la mayoría de esa gira con el crew de Kiss y, aunado a eso, poseía unos intereses musicales que distaban mucho de lo que buscaba la banda, incluso llegando a alterar la producción de algunas canciones en el proceso –esto obviamente descarriló la paciencia de Harris y derivó en el éxodo inmediato del seis cuerdas. Esto sería uno de los momentos más importantes de la historia de la banda porque un guitarrista amigo de Murray, un tal Adrian Smith, se mostraría proclive al prospecto de unirse a la agrupación para formar un binomio guitarrero histórico.

Hace cuarenta años exactamente se estaba presentando el inicio de una agrupación que cambiaría el destino de millones con el incesante pasar de los años. ¿Cuántos de nosotros no hemos dicho que descubrimos el Metal gracias a Iron Maiden? ¿Cuántos de nosotros no hemos sido marcados por las siempre imitadas y nunca igualadas melodías de guitarra de Smith y Murray, el bajo imperial de Steve Harris, el golpeteo tan peculiar de McBrain o las sempiternas vocales de Bruce Dickinson? Este debut es muchas cosas pero, por sobre todas las cosas, es el puntapié inicial a una carrera llena de vivencias, glorias y derrotas. A pesar de que ya no ostenten el nivel de antaño, su clase, señorío e integridad musical son un ejemplo por el cual todas las jóvenes generaciones deben guiarse para comprender que se pueden cumplir los sueños y las metas sin necesidad de claudicar ante el clamor populista. Nadie sabía lo que se estaba comenzando; pero todos estamos muy felices por ello en estas Navidades: el nacimiento de Iron fucking Maiden.


¡Feliz Navidad a todos!

2 comentarios:

  1. Un auténtico álbum de Metal, algo primigenio, pero cuyo espíritu estaba en cada segundo de su corta duración. El pistoletazo de salida de una de las más grandes bandas que haya dado el género, precursora de muchas otras, y icónica como ella sola.

    Gran crítica Kevin, nos leemos!

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  2. Un auténtico álbum de Metal, algo primigenio, pero cuyo espíritu estaba en cada segundo de su corta duración. El pistoletazo de salida de una de las más grandes bandas que haya dado el género, precursora de muchas otras, y icónica como ella sola.

    Gran crítica Kevin, nos leemos!

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